martes, 31 de marzo de 2009

GASES NOBLES


Después de que los “expertos” se hayan cansado de utilizar la palabra “refundar” para no autocriticarse, por no vaticinar una crisis que todo el mundo veía venir, los amigos de la confusión vuelven a la batalla. Ya dejé claro en una ocasión que “refundar” no existe ni en el diccionario, pero menos aun las reformas estructurales o la geometría variable que tanto les gusta utilizar a unos y a otros.
Los inventores de lo inexistente se han empecinado con la necesidad de reformas estructurales porque de algo hay que hablar y hay que transmitirle al ciudadano la necesaria desinformacion para que se convenza de que los gobernantes y los que aspiran a ello son mucho más inteligentes. Y lo mismo pasa con la geometría variable, una frase hecha por los propios políticos que se podría traducir con “todo vale mientras me mantenga en la cima del poder” a pesar de no tener escrúpulos, ni ética ni estética.
Así las cosas, los problemas de fondo siguen sin resolverse y todo el mundo esta entretenido, todo el mundo menos yo que ando muy preocupado por una noticia publicada en las ultimas semanas.
Resulta que el tres por ciento del CO2 que emite el Estado español se debe a las ventosidades de los animales. El estudio, encargado por el Foro Interalimentario, concreta que son los pedos de las vacas los principales causantes de estas emisiones contaminantes. Otros estudios estadísticos de organizaciones ganaderas nacionales coinciden en que las comunidades de Castilla-Leon, Extremadura y Andalucía son las que concentran mayor número de reses y por tanto de cuescos.
No deja de ser curioso que el mal llamado fondo de solidaridad del actual sistema de financiación autonómico nutra, principalmente, a las zonas del Estado en las que más flatulencias vacunas se experimentan, mientras que a Catalunya, a la cola del citado ranking ganadero, se le sigue negando lo que es suyo.
Si el número de pedos de las vacas es proporcional a los ingresos que se reciben de las arcas del Estado no vamos bien, no vamos bien o nos hemos equivocado de estrategia, como muchas otras veces, y aquí es donde se tienen que notar a los auténticos patriotas.
Debería ser la propia Conselleria de Agricultura, con el apoyo de todo el Gobierno de la Generalitat, la que facilitara que cada catalán apadrinara una vaca. Necesitamos hacer crecer nuestra cabaña, pero no con razas de calidad sino con verdaderas expertas en el arte de expulsar efluvios estomacales, necesitamos vacas que tengan facilidad extrema en generar llufas, bufas y pedorretas. No importa que sean silenciosas o estrepitosas, no importa que den buena o mala leche ni que estén alimentadas de forma ecológica, solo importan sus gases, los vientos del tercer ojo.
Camilo José Cela, que además de buen escritor fue un claro exponente de la España profunda, no tuvo reparos en tirarse un pedo cuando ocupó el escaño de senador, por designación real, allá por el año 1977. Lo hizo, vaya casualidad, cuando el mosén nacionalista Lluis Maria Xirinachs, explicaba en la cámara alta su idea de Estado federal. Primero Cela y ahora las vacas. Olvidemos la comida de fusión y comamos mas judías. Cada catalán un voto, cada catalán un pedo. A ver si así se enteran o por lo menos lo huelen.

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