viernes, 19 de junio de 2009

OIDOS SORDOS


No es fácil distinguir el silencio de los corderos. Ningún silencio es fácil de distinguir excepto el que provoca la angustia de la indecisión. Es un silencio agrio, largo, obeso, entrecortado, casi insonoro.
Ella lo reconoció al tomar la indecisión mas grande de su vida. Dejo a un lado las agendas, las notas del bloc, el teléfono móvil, se negó a recordar los consejos que había ido acumulando y se descalzó.
Nunca antes se había visto descalza en la orilla del mar, nunca antes se había visto descalza en la orilla de ningún mar. Dio unos pasos tímidos y breves, dejo que el agua mojara sus pies y respiró hondo.
Estaba harta de tomar decisiones absurdas, de vociferar entre corros de valores bursátiles tamizados y sumergió sus pensamientos en el ir i venir de las olas. Fue entonces, solo entonces, cuando comprendió que todos los silencios no son iguales. Y es que no hay mal que por bien no venga.

jueves, 18 de junio de 2009

REBELIÓN EN LA GRANJA


REBELIÓN EN LA GRANJA.-
En las últimas elecciones europeas la mayoría de los ciudadanos decidieron no utilizar su derecho al voto y ejercieron el del pataleo, o sea la abstención. Los grandes partidos se equivocaron en la campaña, aunque les cueste reconocerlo, principalmente porque hablaron de todo menos de Europa. Otro gallo hubiera cantado si los estrategas de la comunicación electoral se hubieran centrado en cuestiones tan importantes como las normativas que se deciden allá, pero inciden aquí.
Una de estas normativas de la comisión europea es la obligación de que los productores de porcino tengan juguetes adecuados para que sus cerdos se diviertan amortiguando así el estrés que sufren estos brokers de la industria cárnica.
En las ultimas semanas inspectores de la Conselleria de Agricultura se personan en pocilgas catalanas levantando actas a los avispados granjeros que aun no han comprado los correspondientes artilugios que permitirían a los futuros jamones ser mas felices. Las actas derivan en multas y los pobres granjeros ya no saben si comprar pelotas, trenes eléctricos, mecanos, Barbies o proponerle a Florentino Perez que, sobrándole el dinero como le sobra, monte una fundación para asistir a los pobres cerdos huérfanos que tienen que heredar los juguetes que un buen día utilizaron sus padres.
La norma, como todas, no llega hasta el fondo de la cuestión y deja muchos vacíos legales. Nadie aclara si explicarles cuentos tipo “los tres cerditos” es bueno o pernicioso para el animal. Nadie aclara si hay que tratar a los cerdos de la granja como a los que llevan traje y viven a costa del dinero ajeno. Nadie ha pedido la opinión a los directamente afectados y sin un estudio exhaustivo de su perfil ocioso resulta complicado, muy complicado, acertar en el tipo de spa que hay que montar al cerdito valiente y sus compinches.
La administración competente también tiene que clarificar si los hijos de los granjeros pueden guardar sus ahorros en las huchas cerdo o si esa costumbre puede provocar algún tipo de depresión al gorrino mientras engorda. En Afganistán para ahorrarse todo este tipo de problemas solo tienen un cerdo, un solo cerdo alojado en el zoológico de Kabul que, en lugar de jugar, reflexiona sobre el poder de los talibanes.
Estamos hartos de que estar en Europa solo conlleve aceptar sus normas mientras nuestras administraciones son incapaces de imponer las nuestras. Exijamos a Bruselas la obligación de que todas las grandes superficies, que todas las multinacionales del hipermercado tengan en sus estanterías nuestra fruta prohibiendo, también por norma, la invasión de productos desaboridos venidos del mas allá. Obliguemos, también por norma, que los inspectores levantes actas y multen a los que nos imponen sus importaciones.
Los cerdos, sin saberlo, han ganado la batalla. Nuestros payeses, sin darse cuenta, están perdiendo la suya. Pero que nadie pierda la esperanza porque nuestros eurodiputados aun no han dicho la última palabra y están en ello, están a punto de conseguir que las zonas regables de nuestras comarcas se conviertan en un parque temático donde las nuevas generaciones aprenderán que la extinción de los hombres del campo fue incluso mas colosal que la de los dinosaurios. Un nuevo atractivo a tener en cuenta para los viajeros que utilicen el nuevo aeropuerto de Algüaire.

viernes, 5 de junio de 2009

UN DIA EN LAS CARRERAS

Apuntarse a caballo ganador es una de las grandes especialidades de la dieta social mediterránea, una dieta que aquí aplicamos en todas sus posibles vertientes.
En las últimas semanas he tenido la tentación de escribir sobre el Barça de Guardiola, pero me he contenido. Ha sido una contención intencionada y reflexiva porque, ya se sabe, que si te dejas arrastrar por la euforia lo mas probable es que todo acabe en un gatillazo. Por el contrario, los desmemoriados de siempre han hecho añicos sus principios para identificarse con algo que desdeñaron desde un buen principio.
Muchos de los que ahora babean, reivindican y aplauden al Barça de Guardiola no daban un duro por él hace muy pocos meses. Son los negativistas de siempre, los que se relamen con el mal fario ajeno, los que no confían en los demás porque nunca han confiado en ellos mismos. Son los mismos que ahora andan borrachos de sentimientos desmedidos y la próxima temporada arremeterán, de nuevo, con sus lloriqueos pesimistas cuando las cosas no vayan todo lo bien que podrían ir.
Nos quejamos de los políticos, pero no dejan de ser un reflejo de nuestros propios comportamientos. Los chaqueteros tienen la habilidad de distorsionar siempre la realidad y nos hacen ver fantasmas donde no los hay. Utilizan su videncia premonitoria de pacotilla para complicarnos las pocas posibilidades que tenemos de ser felices aunque solo sea por un instante. Inmediatamente después, cuando su pesimismo crónico sucumbe tienen las narices de arrebatar el protagonismo a los que siempre se han mantenido consecuentes con lo que son y con lo que piensan.
Estadísticamente, en la vida se pierde muchas más veces que se gana, pero la fe en los honestos hay que mantenerla hasta las últimas consecuencias asumiendo el riesgo de equivocarnos. Hay que enseñar a nuestros hijos a valorar a las personas que, desde su responsabilidad, creen en lo que hacen y son fieles a un estilo de vida marcado por el esfuerzo propio y el respeto a los demás. Algo que, evidentemente, no han aprendido del Barça de Guardiola los que para festejar unas victorias en las que nunca creyeron se dedican a destrozar, destrozar y destrozar.
El día de las elecciones europeas me fui al mercadillo de Torrefarrera. Ejercí de delincuente contra las multinacionales de las marcas y compré un objeto en un top manta. Tras el miserable juego del regateo, pagué dieciocho euros de los que, según su propia confesión, el vendedor alegal se llevaba dos. El resto son para el mafioso de turno que tiene todos los papeles en regla y le suministra las falsificaciones, el mismo tipo de mafioso que utiliza nuestros democráticos votos para sus inconfesables intereses personales, el mismo tipo de mafioso que contrata temporeros bajo precio para reventar el mercado laboral, el mismo tipo de mafioso que se duerme en los palcos viendo jugar al Barça de Guardiola porque tiene miedo de sentirse identificado con simbologías que defienden a ultranza la honradez y la lealtad.
Podemos y debemos apostar por la naturalidad, por los jinetes que acarician a sus yeguas y no por los que solo saben torturarlos con la fusta, podemos y debemos apostar por la buena gente, por los que son inteligentes y no alardean de ello. A mi como a Chaplin “me gustan mis errores y no quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme”.