viernes, 3 de julio de 2009

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO


Las noches de verano no son propicias para soñar. El calor, el sofocante calor al que estamos condenados a sobrevivir, provoca sudores tan extremos que la mente tan solo puede concentrarse en buscar una salida al sofoco. Los atrapasueños que cuelgan de algunas habitaciones están en huelga mientras presenciamos el entierro de forjadores de sueños tan dispares como Vicente Ferrer, Michael Jackson o Farra Fawcett Majors
El primero, se fue con funerales de Estado en la India, arropado por cientos de miles de sueños hechos realidad, sueños con futuro y de pasado incierto.
El segundo, se fue con la polémica que siempre ha envuelto su vida, desquiciado con el sueño de ser blanco y legando ensoñaciones musicales irrepetibles. La tercera, la tercera desapareció con el incumplido sueño de vencer al cáncer.
Con este panorama tan desolador estaría bien que el Centro de Investigaciones Sociológicas preguntara en sus encuestas por los sueños de los ciudadanos. Estamos acostumbrados a que siempre nos pregunten por las pesadillas: economía, terrorismo, inseguridad ciudadana, sanidad, pero nadie se atreve a preguntar por nuestro concepto de felicidad. Y no lo hacen porque tienen miedo de que nos demos cuenta de que sus prioridades no son nuestros sueños si no los suyos. Les horroriza que se cumpla el refrán que dice “soñaba el ciego que veía y soñaba lo que quería”.
Hace unos meses era impensable ver a personas teóricamente no marginadas rebuscando en los contenedores de basura. Ahora, con sus sueños truncados, esperan pacientes en las puertas traseras de los hipermercados para conseguir un botín alimenticio a punto de caducar. El record de uno de estos establecimientos esta en tirar sesenta pollos en un día, sesenta sueños con los que llenar sesenta mesas, en sesenta casas con sesenta familias. Los sociólogos, se han empeñado tanto en la globalización que hasta en la miseria lo han conseguido.
Al otro lado, lejos del mundanal ruido que hay en la calle, los dirigentes de las cajas de ahorro rebuscan en sus propios contenedores para alcanzar la fusión. Una fusión que, mira por donde, nadie se planteó en épocas de bonanza y que ahora la reivindican como lo mas normal del mundo porque ven retumbar los cimientos del sistema económico que ellos mismos diseñaron, el mismo sistema económico que sirve para avalar millonarios contratos futbolísticos mientras asfixia a los ahogados de siempre.
Cervantes escribió que “el sueño es el alivio de las miserias para los que sufren despiertos”. Pero se olvidaron de él en la declaración de los derechos humanos, en la decadente Constitución a la que nos tienen encadenados e incluso en el incumplido Estatut al que, menos Freud, todo el mundo interpreta como si en lugar de una ley se tratara de una alucinación onírica.
La viuda de Vicente Ferrer declaró hace unos días que su marido “mostró que es posible lo imposible”. Nos pasamos la vida culpabilizando a los demás de nuestras desgracias porque tenemos una voluntad incapacitada, sin la agilidad necesaria para seguir soñando aunque nos lo prohíban y, además, somos demasiado cobardes para reconocerlo.
No quiero que me vendan mas sueños ajenos y quiero que se cumplan los míos. Puestos a elegir, prefiero el sueño de Morfeo que la oreja de Van Gogh.