martes, 10 de marzo de 2009

BOLERO

La luz grisácea de las nubes hizo mella en la adorable mañana. Las niñas abrían las cajas de los recuerdos esparciéndolos por el suelo muy lentamente. Max, mi perro, las miraba con sus brillantes ojos y uno de los recuerdos impacto en su trufa.
Han pasado varios días desde aquello y Max sigue oliendo el pasado, un pasado construido a base de tartas de manzana, azabache, gotas de azahar, amor y melancolía.
La esencia de la tristeza ha desaparecido y, aunque estoy solo, la oscura noche ya no me da miedo. El futuro incierto me motiva y archivar los sentimientos ya no es una ocupación desagradable.
Desde que conseguí este trabajo he comprendido que hay gente mucho más insignificante que yo.

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