martes, 7 de febrero de 2012

OLIVER TWIST


Las leyendas urbanas sobre las conspiraciones siempre sirven de semilla para literaturas altisonantes, tertulias malsonantes y alegres discusiones en los que la polémica, y no la paciencia, se acaban convirtiendo en la madre de la ciencia.
Desde si lo de la llegada del hombre a la Luna fue un montaje de Hollywood ,hasta que el virus del Sida fue propagado en una fuga de un laboratorio de armas químicas, pasando por el perro lamedor de Ricky Martin, las teorías de las conspiraciones ni empezaron ni acabaron con el asesinato de Kennedy.
Tal vez por eso, cada vez cobra mas fuerza la farsa en la que algunos muchos se han empeñado en hacernos converger con la historia de la crisis. Si lo observamos con calma veremos que un día nos acostamos ricos y al despertar ya éramos pobres. Sin que aun hoy nadie haya dado ninguna explicación entendible, el mensaje del ahorro y de los recortes empezó a fluir por todos los rincones. Nadie se atribuye la autoría de esta nueva filosofía de vida, pero pasados un par de años te empiezas a dar cuenta de que es un cuento contado.
Es precisamente ahí donde empieza la gran conspiración del siglo XXI, una conspiración que se le ha ido de las manos a los propios impulsores, algunos de los cuales hace días que ya cantan la melodía esa de que “solo con recortes no puede haber crecimiento”.
Un collage con fotos de la cara de tontos que se nos queda a la mayoría al escuchar estas profundas reflexiones podría empapelar una avenida virtual desde Wall Steet hasta la puerta de Brandemburgo pasando por las esquinas del Eliseo y aun sobraría material para enmoquetar el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y, por supuesto, La Moncloa y sus apéndices autonomistas.
Por mucho que intenten explicarlo, todo este embrollo en el que nos tienen metidos no se fabrica de la noche a la mañana. Aquí de lo que se trata es de volver a la esclavitud a la chita callando, se trata de recortar derechos a diestra y siniestra, se trata de no mover ficha sin permiso, se trata de pagar lo que no tienes, se trata, en definitiva, de cargarse un sistema en el que la gente se sentía demasiado feliz.
La envidia de los ricos y poderosos estriba en comprobar que, con lo básico, la gente honrada y trabajadora puede vivir la vida con mas intensidad que ellos mismos con sus limusinas, sus yates de pega y sus mansiones robotizadas. Esa envidia corroe porque no les compensa. Ellos no han venido a este mundo para que todos seamos mínimamente iguales. Ellos tienen la encomienda de someter y estaban perdiendo.
Hace unos días, un ciudadano griego declaraba en un periódico:”igual es verdad que tiene que venir la Tercera Guerra Mundial para destrozarlo todo y que después haya trabajo y oportunidades, otra vez, tal y como ya paso en las dos guerras anteriores”. ¿Destrozarlo todo? Aquí es donde los conspiradores han errado en sus cálculos al pretender destrozar solo lo que hemos convenido en llamar Estado del bienestar sin que a ellos les afecte para nada. Error de cálculo, insisto, porque las risas se acaban cuando ves que tu hijo va peor vestido que Oliver Twist.
"El hombre nunca sabe de lo que es capaz, hasta que lo intenta". (Charles Dickens)

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