jueves, 18 de junio de 2009

REBELIÓN EN LA GRANJA


REBELIÓN EN LA GRANJA.-
En las últimas elecciones europeas la mayoría de los ciudadanos decidieron no utilizar su derecho al voto y ejercieron el del pataleo, o sea la abstención. Los grandes partidos se equivocaron en la campaña, aunque les cueste reconocerlo, principalmente porque hablaron de todo menos de Europa. Otro gallo hubiera cantado si los estrategas de la comunicación electoral se hubieran centrado en cuestiones tan importantes como las normativas que se deciden allá, pero inciden aquí.
Una de estas normativas de la comisión europea es la obligación de que los productores de porcino tengan juguetes adecuados para que sus cerdos se diviertan amortiguando así el estrés que sufren estos brokers de la industria cárnica.
En las ultimas semanas inspectores de la Conselleria de Agricultura se personan en pocilgas catalanas levantando actas a los avispados granjeros que aun no han comprado los correspondientes artilugios que permitirían a los futuros jamones ser mas felices. Las actas derivan en multas y los pobres granjeros ya no saben si comprar pelotas, trenes eléctricos, mecanos, Barbies o proponerle a Florentino Perez que, sobrándole el dinero como le sobra, monte una fundación para asistir a los pobres cerdos huérfanos que tienen que heredar los juguetes que un buen día utilizaron sus padres.
La norma, como todas, no llega hasta el fondo de la cuestión y deja muchos vacíos legales. Nadie aclara si explicarles cuentos tipo “los tres cerditos” es bueno o pernicioso para el animal. Nadie aclara si hay que tratar a los cerdos de la granja como a los que llevan traje y viven a costa del dinero ajeno. Nadie ha pedido la opinión a los directamente afectados y sin un estudio exhaustivo de su perfil ocioso resulta complicado, muy complicado, acertar en el tipo de spa que hay que montar al cerdito valiente y sus compinches.
La administración competente también tiene que clarificar si los hijos de los granjeros pueden guardar sus ahorros en las huchas cerdo o si esa costumbre puede provocar algún tipo de depresión al gorrino mientras engorda. En Afganistán para ahorrarse todo este tipo de problemas solo tienen un cerdo, un solo cerdo alojado en el zoológico de Kabul que, en lugar de jugar, reflexiona sobre el poder de los talibanes.
Estamos hartos de que estar en Europa solo conlleve aceptar sus normas mientras nuestras administraciones son incapaces de imponer las nuestras. Exijamos a Bruselas la obligación de que todas las grandes superficies, que todas las multinacionales del hipermercado tengan en sus estanterías nuestra fruta prohibiendo, también por norma, la invasión de productos desaboridos venidos del mas allá. Obliguemos, también por norma, que los inspectores levantes actas y multen a los que nos imponen sus importaciones.
Los cerdos, sin saberlo, han ganado la batalla. Nuestros payeses, sin darse cuenta, están perdiendo la suya. Pero que nadie pierda la esperanza porque nuestros eurodiputados aun no han dicho la última palabra y están en ello, están a punto de conseguir que las zonas regables de nuestras comarcas se conviertan en un parque temático donde las nuevas generaciones aprenderán que la extinción de los hombres del campo fue incluso mas colosal que la de los dinosaurios. Un nuevo atractivo a tener en cuenta para los viajeros que utilicen el nuevo aeropuerto de Algüaire.

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