No hay día en que no reciba la petición
de alguien para que firme alguna petición en contra o a favor de algo. La
costumbre de organizar campañas se ha convertido en una vía de escape, una vía
de escape que se nos está escapando de las manos.
Los Sanfermines fueron el punto de partida de
algo verdaderamente insólito. En pleno siglo XXI se exigen fiestas populares
sin abusos sexuales, es decir, las ciudadanas y ciudadanos, reclaman poder
divertirse sin el temor a que cualquier descerebrado se crea con el derecho a
utilizar el cuerpo ajeno como contenedor de su violencia sexual.
A partir de ahí, cada vez que hay una
fiesta mayor, el colectivo de turno se precipita a solicitar públicamente que
este tipo de actitudes no sean consentidas. Es como si cada mañana, antes de
salir de casa, reclamáramos poder circular con normalidad por nuestras calles y
plazas sin temor a que nos atropellen o nos rompan la cara con total impunidad.
Una sociedad que necesite recordar
cada cinco minutos cuales son sus derechos es una sociedad que ha perdido el
rumbo , se trata de una sociedad que se ha dejado engullir por la teoría del
todo vale que tanto han alimentado desde las altas instancias.
La palabra “educación” se ha
convertido en una hipótesis, una hipótesis de la que todo el mundo habla, pero
en la que solo unos pocos creemos. Lo que no empieza en las aulas mal acaba y a
las pruebas me remito porque mientras se reclaman fiestas sin abusos se
permiten las novatadas universitarias.
En mi humilde curriculum tengo el
honor de no haber cumplido con el servicio militar. No por ello soy ajeno a las
vejaciones e incluso malos tratos a los que sometieron a varios amigos míos en
ese ámbito cuando hicieron la “mili”. Sin embargo, la sombra de las novatadas
parece ser alargada y nuestros jóvenes siguen jugando con la dignidad de sus
compañeros obligándoles a ejercer de bufones en un reino de payasos.
La incoherencia se ha establecido de
tal forma en nuestros hábitos que hemos llegado a aceptar como gracia un abuso
y, al mismo tiempo, organizamos campañas para que no los haya. Es el discreto encanto de la tontería, una tontería
que miramos de reojo porque cualquier falta de visión la achacamos a la vista
cansada. Nos hemos dejado instalar en la superficialidad cuando está demostrado
que lo superficial acaba contaminando.
Decía Sigmund Freud que “la prueba
mas clara de que existe vida inteligente en otros planetas es que aún no han
venido a visitarnos”. Y ni se les espera si continuamos ejerciendo de masa acrítica
porque hemos perpetuado la máxima de que
el hombre es un animal de costumbres, haciendo caso omiso a que hay costumbres
que matan.
Exigimos justicia solo cuando tenemos
asegurado que seremos los verdugos.
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