La foto del niño muerto en la playa ha
escandalizado. La foto del niño muerto en la playa ha reabierto el debate sobre
la ética periodística. La foto del niño muerto en la playa ha inundado las
redes sociales conmoviendo a propios y a extraños, pero no nos engañemos, la
foto del niño muerto en la playa es una anécdota, repulsiva, pero una anécdota.
La condición humana es tan miserable que,
de repente, después de años alimentándose de cifras mortales, despierta del limbo pitagórico y pretende
mostrar su cara más amable. La guerra de Siria no es nueva como tampoco lo son
los refugiados de los campos de Gaza o los del Sahara. Los atentados en Irak o Afganistán
no empezaron la semana pasada, como tampoco la hambruna en Sudan. Sin embargo,
las cifras de muertos que se acumulan en estas zonas son solo eso, números y estadísticas.
Los mismos que hasta hace unos días utilizaban
la inmigración como artillería electoral recurren ahora a una ambigua
solidaridad porque, de la nada, ha aparecido un fotomatón que, salvo al descerebrado
presidente de Hungría , les impide seguir
siendo públicamente xenófobos.
En una década, los Bancos de Alimentos
se han convertido en los grandes centros comerciales de la pobreza y los
Estados han delegado en nosotros, sus súbditos, todas sus responsabilidades
respecto a la defensa de los derechos humanos, derechos humanos que ellos
mismos violan sistemáticamente no sea que los mercados financieros se levanten
con resaca.
Tengo la sensación que con los
refugiados llevamos el mismo camino. En unos cuantos meses, la foto del niño
muerto en la playa quedara archivada e igual ya nos han mentalizado en la
necesidad de crear Bancos de Personas , unos Bancos que como los de los
alimentos, dejaran que los auto gestionemos mientras el FMI sigue analizando el
crecimiento económico desde su pervertida bola financiera.
Decía Jose Luis Sampedro que “se habla
mucho del derecho a la vida, pero no de lo importante que es el deber a vivirla”,
pero nadie habla de ello, tan solo nos inculcan deberes constitucionales e
internacionales, deberes en los que, por lo visto, hay que aceptar sin
rechistar que las personas solo pueden mantener su condición de humanos cuando
les plazca al Consejo de Seguridad de la ONU o a la troika de turno.
“Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices
de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa”. Mucho ha llovido desde
que Ernesto Sábato escribió esta afirmación en relación a la dictadura de
Videla, pero la tierra esta seca porque nuestras conciencias solo se despiertan
cuando aparecen imágenes tenebrosas.
Siempre llegamos tarde y hemos adoptado
la impuntualidad moral como una costumbre esperando que alguien ponga los presuntos
relojes inteligentes en hora. Y asi, hasta que aparezca otro foto de otro niño,
de otro muerto, en otra playa . A lo mejor tendríamos que recuperar los relojes
de arena, esos que nunca mienten y nunca fallan.
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