martes, 29 de octubre de 2013

EL GRAN SILENCIO


Imaginemos por un momento que nos retan a un examen de test y nos plantean cual de estas afirmaciones es falsa: nunca había sido tan fácil comunicarse como ahora, a comunicación está al alcance de todos y los ciudadanos pueden estar informados al minuto sobre lo que está pasando.
El test, hábilmente redactado, nos ofrecerá la opción de “ninguna es falsa” y, sin tiempo a reflexionar, la marcaremos como buena.
Hace unos días se daba a conocer un nuevo tipo de restaurante que triunfa en Nueva York. Se trata de un local en el que está prohibido hablar mientras comes o cenas y la gente paga 40 dólares por vivir esa experiencia. El ruido de los platos y de los cubiertos se entremezcla con el de los sorbos, mientras puedes seguir atentamente la cadencia del sonido de los pasos del camarero.
En un bufete de abogados del reino unido, el Follet Stock, se prohíbe hablar a sus empleados, entre si, desde las nueve de la mañana a la una de la tarde. Una de sus empleadas fue despedida por infringir la norma y mantiene un litigio.
Enciendo el televisor y una empresa de teléfonos móviles basa su mensaje en que sus aparatos son los que hacen las fotografías mas increíbles del mercado, pero ni una palabra de las palabras con las que puedes entablar una conversación. Y de eso se trata.
La historia no existiría sin la comunicación oral. Es mas, hay valores que nunca se han escrito y que se mantienen por esa tradición oral que ha permitido que los humanos compartamos sensaciones y no tan solo mensajes . Una historia que ha entrado en fase terminal porque los terminales modernos de la comunicación facilitan cualquier actividad menos hablar.
Ninguna risa es tan falsa como la escrita. Esos ja,ja,ja que intercambiamos gratuitamente nunca nos producirán el extenuante dolor de barriga que alcanzamos cuando alguien nos dice algo escandalosamente gracioso de viva voz, en directo. Esos ja, ja, ja se quedan en eso y poco mas, se quedan en el encriptado de la incomunicación.
Las apariciones del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy ante la prensa ,a través de una televisión de plasma, nos produce repulsa pero que nosotros vivamos prácticamente en diferido, lo hemos aceptado como un bien común, un bien al alcance de todos.
Nos han abducido el habla con el convencimiento de que no es necesaria para comunicarse y han convertido el ¿por qué no te callas? en un icono de la modernidad. Sin embargo, corremos el peligro de no reconocer ni el lenguaje de nuestros bebes que tienen, como único medio de comunicación, sus expresiones guturales y el llanto.
En clase, los alumnos ya no preguntan, en casa las familias se dan los buenos días con whatsapp  y en la calle han desaparecido los saludos cruzados porque igual necesitan más de 140 caracteres. No hace falta quedar, te enseño lo que hago en Instagram e incluso puedes compartir mi intimidad en facebook.
La de cosas que nos han enseñado a hacer sin hablar, la de cosas que nos están haciendo  por no hablar, la de cosas de las que nos arrepentiremos por olvidar que nos queda la palabra, la palabra de honor, el pacto no firmado.  Benjamin Disraeli dijo que “nada revela tanto el carácter de una persona como su voz” y eso es precisamente lo que persiguen, moldearnos el carácter con diálogos de sordos, en definitiva, desposeernos de personalidad. Quien calla, otorga y así nos va.
                                                                                 

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