Imaginemos por un momento que nos retan
a un examen de test y nos plantean cual de estas afirmaciones es falsa: nunca
había sido tan fácil comunicarse como ahora, a comunicación está al alcance de
todos y los ciudadanos pueden estar informados al minuto sobre lo que está
pasando.
El test, hábilmente redactado, nos
ofrecerá la opción de “ninguna es falsa” y, sin tiempo a reflexionar, la
marcaremos como buena.
Hace unos días se daba a conocer un
nuevo tipo de restaurante que triunfa en Nueva York. Se trata de un local en el
que está prohibido hablar mientras comes o cenas y la gente paga 40 dólares por
vivir esa experiencia. El ruido de los platos y de los cubiertos se entremezcla
con el de los sorbos, mientras puedes seguir atentamente la cadencia del sonido
de los pasos del camarero.
En un bufete de abogados del reino
unido, el Follet Stock, se prohíbe hablar a sus empleados, entre si, desde las
nueve de la mañana a la una de la tarde. Una de sus empleadas fue despedida por
infringir la norma y mantiene un litigio.
Enciendo el televisor y una empresa de teléfonos
móviles basa su mensaje en que sus aparatos son los que hacen las fotografías
mas increíbles del mercado, pero ni una palabra de las palabras con las que
puedes entablar una conversación. Y de eso se trata.
La historia no existiría sin la comunicación
oral. Es mas, hay valores que nunca se han escrito y que se mantienen por esa
tradición oral que ha permitido que los humanos compartamos sensaciones y no
tan solo mensajes . Una historia que ha entrado en fase terminal porque los
terminales modernos de la comunicación facilitan cualquier actividad menos
hablar.
Ninguna risa es tan falsa como la
escrita. Esos ja,ja,ja que intercambiamos gratuitamente nunca nos producirán el
extenuante dolor de barriga que alcanzamos cuando alguien nos dice algo escandalosamente
gracioso de viva voz, en directo. Esos ja, ja, ja se quedan en eso y poco mas,
se quedan en el encriptado de la incomunicación.
Las apariciones del presidente del
Gobierno, Mariano Rajoy ante la prensa ,a través de una televisión de plasma,
nos produce repulsa pero que nosotros vivamos prácticamente en diferido, lo
hemos aceptado como un bien común, un bien al alcance de todos.
Nos han abducido el habla con el
convencimiento de que no es necesaria para comunicarse y han convertido el ¿por
qué no te callas? en un icono de la modernidad. Sin embargo, corremos el
peligro de no reconocer ni el lenguaje de nuestros bebes que tienen, como único
medio de comunicación, sus expresiones guturales y el llanto.
En clase, los alumnos ya no preguntan,
en casa las familias se dan los buenos días con whatsapp y en la calle han desaparecido los saludos
cruzados porque igual necesitan más de 140 caracteres. No hace falta quedar, te
enseño lo que hago en Instagram e incluso puedes compartir mi intimidad en
facebook.
La de cosas
que nos han enseñado a hacer sin hablar, la de cosas que nos están haciendo por no hablar, la de cosas de las que nos
arrepentiremos por olvidar que nos queda la palabra, la palabra de honor, el
pacto no firmado. Benjamin Disraeli dijo
que “nada revela tanto el carácter de una persona como su voz” y eso es
precisamente lo que persiguen, moldearnos el carácter con diálogos de sordos,
en definitiva, desposeernos de personalidad. Quien calla, otorga y así nos va.