jueves, 12 de abril de 2012

EL RESPLANDOR



Los problemas que se enquistan se convierten en estadísticas. Así de fácil, así de frio. La violencia de género o los accidentes mortales en las carreteras son un claro ejemplo de lo que está ahí, pero se disfraza con comisiones y comisionados, institutos bien pensantes y coordinadoras que analizan incluso las autopsias.
El suicidio de un jubilado en Grecia ha encendido todas las alarmas, pero que nadie se preocupe en demasía porque la decisión personal y trágica de quitarse de en medio por voluntad propia se convertirá muy pronto en una gélida estadística más.
No hay que descartar que incluso desde los gobiernos mas ultra conservadores se afiance la idea de que legalizando y promocionando la eutanasia activa nos podamos ahorrar unos cuantos millones en gastos terminales. Sobra, sobramos gente para todo y la idea de un exterminio pausado y selectivo aun no se ha barajado, pero vamos por el buen camino.
Los países teóricamente ricos, vaya ironía, llevamos años facilitando que el cuerno de África se auto inmole día si y día también. Sus gobernantes, los nuestros, saben perfectamente cuál es el protocolo de actuación para matar a alguien de hambre o de pena simulando que se trata de algo inevitable y que forma parte de la idiosincrasia del mundo mundial.
Dada la situación del espectro capitalista, con una campaña publicitaria bien articulada, apoyada por la Iglesia desde el silencio, como siempre, y patrocinada por algún programa de tele basura, es fácil que cale en el sentimiento general la necesidad de morirnos. Los kamikazes dieron la vida por su país, los terroristas que se explosionan en un mercado lo hacen por sus ideas mas retorcidas. Desde el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) se aireaba hace unos días, sin tapujos, que hay que alargar la edad de jubilación, aun mas, y bajar las pensiones porque “sobra gente”. Solo les falta decir que a los abuelos que juegan a la petanca les cambiaran las bolas por granadas o que hay que instruir a los niños desde la guardería para que transformen el amor y el cariño hacia los mayores por odio, criminalizándoles por ser un lastre para su futuro. Solo hace falta proponer que los viajes de la tercera edad a Benidorm sean sustituidos por líneas de tren que los lleve directamente a nuevos campos de concentración para los que, a buen seguro, Bruselas encontrara financiación. Lo de el fin justifica los medios se ha reconvertido en que el fin justifica los miedos.
Miedo señores, miedo. El miedo a todo se ha ido instalando con salero en cualquier actividad, en cualquier pensamiento, en cualquier acción de nuestra acongojada vida. El miedo paraliza, impide reaccionar a tiempo, desvía la atención, desequilibra emocionalmente, atenaza ideas y comportamientos, desarma, provoca enfrentamientos estúpidos y asume el pensamiento único como placebo.
El miedo se está convirtiendo en la gran arma de destrucción masiva de esta década y no estamos preparados para hacerle frente. Lo del jubilado griego acabara siendo una broma de mal gusto cuando nos empiecen a animar con lemas similares a “No te quejes tanto y suicídate. Haz algo por tus hijos”. Las compañías de seguros cambiaran los de vida por los de muerte. Como antes te mueras mas cobraras y así sucesivamente.
La única variable que, al parecer, no se contempla es la que ya avanzo el líder hindú Jawaharlal Nehru “un hombre con miedo es capaz de hacer cualquier cosa”. Y cualquier cosa no es una cosa cualquiera.

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