lunes, 18 de abril de 2011

MERCADO DE LADRONES


Los buscadores de oro que parecían un reducto de las películas del antiguo Oeste americano han vuelto. No se trata de un regreso casual sino que esta favorecido por la fragilidad que han demostrado tener las columnas que sostienen este mausoleo de cartón piedra en el que nos está tocando vivir. Solo hace falta dar una vuelta por las redes sociales para comprobar el gran hipermercado parapolítico que se ha organizado de cara a las próximas elecciones del 22 de mayo. Entre cientos de grupos de personas cabreadas, comprometidas, solidarias e idealistas con futuro se han mezclado los oportunistas de siempre. Estos oportunistas, vociferan contra la ley Sinde, como yo, pero al mismo tiempo se apoderan del copyright del “voto útil”. Nos venden como nuevo que son los únicos capaces de luchar contra la corrupción y los monopolios políticos, nos intentan captar con el marketing maquiavelista de siempre, pero disfrazado de complicidad ciudadana y lanzan proclamas antisistema fabricadas en multinacionales de la publicidad. Hace unos días vi a unos tipos en televisión montando un mercadillo de souvenirs y merchandising en la ciudad Libia de Bengasi. Con la sangre aun fresca en las esquinas y el eco de las bombas en el ambiente, los nuevos buscadores de oro ofrecían a sus conciudadanos todo tipo de productos de la nueva revolución. Pins, cintas para móviles, imanes de nevera i billetes de monopoly, sin la imagen de Gadafi, servían de reclamo para los pobres infelices de siempre. Un mercado así no se improvisa de la noche a la mañana en un país en guerra. Es necesaria la actuación de seniors consulting y demás martingalas sin traducción para que la cosa funcione, es necesaria la actuación de los que tienen el máster de gurú bajo el brazo y solo pretenden el poder para poder someter. Seguir sometiendo, si cabe. Aquí, mientras los médicos y las enfermeras salen a la calle para protestar contra los recortes sanitarios, los usuarios siguen ingresados en la UCI de la pasividad. Aquí, mientras el Tribunal Constitucional parece controlado por picapleitos de series B, excarcelando etarras y prohibiendo listas electorales, las leyes hipotecarias siguen inamovibles. Aquí, mientras los penitentes salen descalzos y con cadenas en las procesiones, los desamparados siguen esperando el reino de los cielos. No seré yo quien ponga en duda la solvencia amoral de los políticos profesionales, pero que nadie se lleve a engaño con los que presumen de amateurs porque tras ellos se esconden los propulsores del mercado de ladrones. Un mercado en el que ofrecen protección, una protección tan fiable como la de las bandas de barrio, una protección no exenta de vendettas, una protección a base de escudos humanos, una protección similar a la que hace el Banco Central Europeo con sus intereses y no con los nuestros. Hay una línea invisible y peligrosa entre “lo que yo te diga” al “porque lo digo yo”. Es la línea por la que tenemos que continuar haciendo equilibrios con la precaución de no saltar al vacío con el primero que se presenta prometiendo la inmortalidad. ¿Por qué nadie pide el voto inútil? Al fin y al cabo es el único que no te engaña porque de entrada ya te asegura que no servirá para nada. Según Bukowski “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”. Y yo digo, la diferencia entre una democracia y una dictadura debería ser que los elegidos obedezcan tus ordenes”.

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