miércoles, 19 de mayo de 2010

EL BAZAR DE LAS SORPRESAS


Estamos tan acostumbrados a que nos lo den todo hecho, a la rutina diaria y a la falta de emociones que la capacidad de sorpresa ha dejado de cotizar. El aburrimiento se ha convertido en el mejor aliado de los que quieren imponer el orden de que para cuatro días ya estamos bien como estamos.
No tendría que pasar un solo día sin que permitieran sorprendernos por algo aunque ese algo fuera una sorpresa desagradable. Desagradablemente esto no solo no es así sino que ya nadie sorprende a nadie. El ingenio ha quedado denostado por la vulgaridad, la simetría ideológica y las palabras vacías de contenido.
Si tenemos que aceptar la moda como referente de lo que pasa en una sociedad, la actual moda juvenil es incolora y monotemática. Pantalones tejanos, una sudadera y zapatillas deportivas configuran un atuendo que bien podría servir para una reformada comunidad maoísta. Me preocupa que esa alineación estética conlleve una alineación mental sin espacio para la obligada acritud generacional. Nadie tiene nada que decir sobre el nefasto futuro que les pretenden diseñar
Si tenemos que aceptar la política como referente de lo que representamos para el resto del mundo el único que aun es capaz de sorprender, de vez en cuando, es el presidente Zapatero. Con su disfraz de camaleón y su habilidad de predicar con el “donde dije digo, digo Diego” sorprende incluso a los miembros de su propio partido.
Si tenemos que aceptar la economía como animal de compañía, las sorpresas han dejado paso a los sustos de los que quitan el hipo. Cargarse a Solbes no fue ninguna sorpresa, pero si lo ha sido comprobar que sus premoniciones no estaban equivocadas. ¿Dónde estas corazón?
Y si tenemos que aceptar los encuentros profesionales como foros de debate es como si todos estuvieran patrocinados por anestesistas. Nos hemos convertido en un gran fumadero de opio en el que nos adormecemos de forma permanente .Los hallazgos sorprendentes no tienen prensa porque la mala prensa se ha encargado de invadir nuestras neuronas de espectáculos grotescos y princesas de pueblo que no del pueblo como las etiquetan.
Las llamadas telefónicas a horas intempestivas también han dejado de formar parte de la sorpresa mas o menos grata. Antes de descolgar ya sabes quien llama. Se trata de esa voz, casi siempre con acento latinoamericano que, violando tu intimidad, te amenaza con todo tipo de presiones para que cambies de compañía y aceptes sus ofertas con letra tan pequeña que necesitas un curso de la ONCE para desentrañar el acertijo. De verdad pienso que Garzon perdió aquí una oportunidad de oro para desvelar a que se dedican las familias de los torturadores de las dictaduras de Chile y Argentina.
Me extraña que la Conferencia Episcopal, en su empeño por monopolizar la moral y las buenas costumbres no haya planteado una campaña para incluir en los diez mandamientos el de “no sorprenderas”. Su grado de cumplimiento no seria comparable con el de ningún otro precepto de las tablas de Moisés.
Ahora que se ha modificado la ley de espacios comerciales propongo que lejos de propiciar muebles a piezas o artículos deportivos made in china subvenciones un bazar con las estanterías repletas de sorpresas con las que llenar nuestras despensas de un poco de alegría y originalidad.

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