Nos quieren confundir, pero no lo
conseguirán. El año que acabamos de empezar no será ni el de la consulta, ni el
de la abdicación, ni el de las elecciones europeas, ni los brotes verdes, ni el
fin de ETA, ni el del brazo incorrupto
de Santa Teresa. 2014 será el año de la cocina.
Los ideólogos del sistema lo tienen todo
controlado a través de las cadenas de televisión .El “no hay pan para tantos
chorizos” ha calado tanto entre la ciudadanía que había que contraatacar con
las mismas armas. No es casual que estemos invadidos por concursos en los que
los fogones son protagonistas. Estrellas Michelin, amateurs, alcaldes, amas de
casa aventajadas e incluso niños son y serán protagonistas de emocionantes
disputas por saber quien liga mejor la salsa verde.
Tema aparte merecen las madalenas,
rebautizadas como cupcakes y que se han convertido en el vestuario maoísta de
todo progre que se precie, los mismos progres que han dejado la Nocilla por la
Nuttela., los mismos progres que ya no quedan para tomar una cerveza, porque ahora
se impone un maridaje de bollos con lacasitos .
Es, por todo ello, que considero
necesario aportar mi granito de sal a esta corriente sociológica y plantear la
posibilidad de que se cuente también con los indigentes para cerrar el círculo.
Me imagino a verdaderos muertos de hambre teniendo la posibilidad de emplatar
ante el gran público entrantes de nada, ensaladas de limosnas, pollos caducados
,asados lentamente en el horno de los contenedores, desayunos de familias
desestructuradas, emulsiones de desesperanza, migas con licor de lagrimas,
menestra de rabias, sorbetes de deudas y algún que otro coulin de vergüenza
ajena.
En esta cocina del infierno también
habría un jurado especializado formado por algún niño del cuerno de África, una
madre desahuciada, una pensionista sin luz, sin agua y sin gas, y como no, una
dietista procedente del mejor de los campos de refugiados del mundo para que
explicara los beneficios de una dieta desequilibrada.
Como el proyecto pretende ser muy
ambicioso, no se debería limitar al puro directo sino que cabria la posibilidad
de editar capítulos extras para entretener al personal que no tiene otra cosa
que hacer en la cola del Inem o a los que están en listas de espera para que
les operen del corazón. Los usuarios habituales de los comedores sociales
aprenderían a independizarse del menú de cada día y aprenderían como fusionar
la comida del hambre con la comida de las ganas de comer e incluso en los
restaurantes de lujo serviría como base para talleres de degustación de
miserias confitadas.
A los concursantes se les iría
eliminando en base a su poca capacidad de supervivencia y para el ganador un
premio, un gran premio que podría consistir en poner a su disposición todo lo
necesario para que se coma a si mismo con cubertería de plata.
Decía Tom Waits que “estamos sepultados por
el peso de la información, lo cual significa estar confundidos a pesar de tener
conocimiento; creemos que la cantidad es abundancia y la riqueza felicidad”. Así
nos cocinan y así nos dejamos cocinar. Las arcadas están servidas. Buen
provecho.
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