viernes, 25 de marzo de 2011

CREPUSCULO


El terremoto de 2004 en la costa de Sumatra provocó 230.000 muertos, el de Haití 316.000 y el de Japón mas de 20.000. Estas son las cifras que se divulgan en los medios de comunicación, son las frías cifras que alguien facilita, pero ¿quién cuenta los muertos?.
Los cuentamuertos son personas anónimas que deben tener familia y no se muy bien de que hablan con sus hijos a la hora de cenar. Nadie ha explicado nunca que tipo de tecnología utilizan para los cadáveres que anotan y tampoco sabemos a ciencia cierta la metodología que ponen en práctica.
Si los cuentamuertos no existieran habría que inventarlos porque las estadísticas son fundamentales a la hora de que, por ejemplo, la ONU no tome ninguna decisión o siempre que toma una sea la decisión equivocada. Los cuentamuertos son esenciales para decidir si un territorio del planeta ha hecho los meritos suficientes para recibir ayuda humanitaria o por el contrario tienen que seguir aunando esfuerzos para aumentar el número de víctimas de lo que sea y conseguir subvenciones a corto plazo. Sin los cuentamuertos no se podría justificar ninguna guerra y las industrias armamentísticas se verían obligadas a promover expedientes de regulación de empleo.
Así, de lejos, parece un trabajo fácil, pero no lo es. Hay que tener en cuenta que los profesionales del tema operan bajo mucha presión. Los periodistas somos los primeros que exigimos cifras de muertos con las que vestir grandes titulares. La opinión pública no tiene nada que opinar sin unos números concretos y los gobiernos basan sus estrategias en base a los datos proporcionados por esta especie de funcionarios de las morgues globalizadas.
Tenemos que estar infinitamente agradecidos a los cuentamuertos por facilitarnos la vida a la hora de quedar en paz con nuestra amoralidad, para poder evaluar nuestros errores, para seguir cometiendo los mismos y, sobre todo, para que las compañías de seguros tengan un papel relevante en el día a día de la humanidad.
En Libia, por ejemplo, ¿Qué vale más la muerte de un libio pro Gadafi o la de un libio de la oposición?.Los cuentamuertos no entran en este tipo de valoraciones y se limitan a un suma y sigue que empezó mucho antes de que Darwin pusiera sobre la mesa su teoría de la evolución y que acabará mucho más allá del debate de sucesión de Zapatero.
Si los cuentamuertos valoraran sus cuentas de balances privarían de la subjetividad con la que manejan sus cálculos a los que realmente han sido capacitados para manipularlos. Los cuentamuertos no piensan, ni deben hacerlo, ellos cuentan y ya está, ahí acaba su jornada y debería empezar la nuestra.
Sin embargo, nosotros estamos demasiado ocupados, tenemos demasiada prisa y dejamos la reflexión de lo que está pasando a cuatro tertulianos mindunguis, nos quedamos con el “vaya desgracia” o “vaya desastre” y hasta mañana que será otro día. Lo malo será la semana que tenga seis días porque esa será la última.
Cada vez que miro a mi perro pienso que aun hay posibilidades de que en la Tierra haya vida inteligente. No a la guerra, nucleares no, gracias.

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