viernes, 4 de febrero de 2011

CHINATOWN


El 18 por ciento de la deuda pública española ya está en manos de los chinos. La mayoría de los planes de pensiones invierten en deuda pública. Cuando me dejen jubilar cobrare el retiro ¿en yuanes o en euros?.
Esta especie de silogismo no sé si ha estado en las negociaciones que han finalizado con el pacto entre gobierno, sindicatos y patronal para el futuro de las pensiones, pero lo parece porque, al fin y al cabo, lo que han suscrito los unos y los otros ha sido el pacto del conejo de la chistera.
Visto así, no podemos obviar que precisamente este es el año del conejo según el calendario chino.
El primer chino que recuerdo haber visto en Lleida fue a mediados de los años sesenta. Vendía juguetes de plástico en un tenderete que instalaba al principio de les “firetes”. Sin duda alguna, fue un gran precursor de los que después se han apoderado del todo a un euro y se han introducido en el comercio urbano como el que no quiere la cosa.
En la hostelería empezaron con el rollito de primavera, pasaron al pato laqueado, se inventaron lo del wok y ahora hasta se atreven con la tortilla de patatas y los berberechos en el primer local que se traspasa. Dejan que las leyendas urbanas sigan alimentando sus entierros invisibles, son discretos, amables, huyen de cualquier polémica social, no forman parte de la delincuencia callejera y sin tener ni idea del idioma se entienden con todo el mundo.
Su concepto del conejo, signo que simbolizara su calendario durante todo este año, nada tiene que ver con el conejo de Duracell, ni con el de Pascua, el conejo blanco de Alicia, el conejo Saviola, el conejo de peluche, el conejo con caracoles, ni mucho menos tiene nada que ver con el patético conejo de la Loles. El conejo que mas se parece al chino seria el conejo de la suerte.
La diferencia entre el concepto de suerte de los chinos y nosotros también es totalmente opuesta. Mientras aquí la suerte es el pretexto de los perdedores, allá es la paciencia, la constancia, la perseverancia,la supervivencia a las dictaduras del emperador, a la de los maoístas y a los de la post revolución cultural. Nos colonizan con una sonrisa y en la intimidad se ríen de nuestra arrogancia cuando descubren que a los barrios de putas los llamamos barrios chinos.
En el colegio, cuando era pequeño, una vez al año repartían en clase unas huchas para el Domund con las que teníamos que recaudar dinero para las misiones. Las huchas tenían formas de caras: un niño negro, otro rojo y un tercero amarillo. No sería de extrañar que dentro de unos años en los colegios chinos repartan huchas con la cara de un niño blanco
Fiscalizados por Alemania y endeudados con Pekín tendríamos que empezar a dejar de rezar en nuestro particular muro de las lamentaciones, dejarnos de cuentos chinos, y darnos cuenta de que o nos ponemos a pedalear a nos recogerá el coche escoba.
Según el teólogo William George Ward “el pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas”. Y si donde no hay patrón manda marinero, valdría la pena que empezáramos a ceñir la mayor de nuestro barco para no acabar achicando agua.

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