miércoles, 3 de marzo de 2010

LLAMARADAS

El hombre primitivo se diferencio del resto de los animales cuando consiguió encender la primera brasa. Prometeo robo el fuego del Olimpo para entregarlo a los humanos y dejo de ser un privilegio de los dioses.
La teoría del “Tetraedro del fuego” especifica que se necesitan cuatro elementos para que un fuego tenga continuidad: combustible, oxigeno, temperatura y reacción en cadena.
Dicen los entendidos que el fuego es la manifestación visual de la combustión, pero también es la expresión social mas peligrosa. De los fuegos guerreros, el amigo y el cruzado, solo se salva el alto. El fuego fatuo, por desconocido, siempre ha dado miedo, el fuego en el cuerpo desata pasiones incontroladas y el de San Telmo es bienvenido por los marineros, pero puede variar el rumbo de un barco si el timonel se distrae con el esplendor que hace desprender de los mástiles.
Con el fuego se han quemado montañas de libros, iglesias e incluso pianos como hacia Jerry Lee Lewis en sus comienzos. Ahora los pirómanos urbanos incendian a los apaga fuegos y esta de moda que todo el mundo escriba sobre ello distrayendo al gran público con fuegos artificiales que, tras su vistosidad, esconden las verdaderas miserias.
Tolstoi escribió que “hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego”, pero el bosque esta lleno de tenebrosas criaturas que se alimentan de nuestras perdidas de tiempo en combustiones fugaces. Las alimañas se frotan las manos cuando nos ven distraídos en juegos de rol inventados por ellas mismas.
Hace unos días, la viuda de uno de los bomberos fallecido en el incendio de Horta de Sant Joan escribía una carta pidiendo, reclamando, casi suplicando que dejen en paz a los muertos. Los compañeros de estos exclaman en el Parlament que les da miedo ponerse frente a los políticos que no entienden de quemazones en el alma e intentan sacar rédito electoral incluso de la desgracia ajena. No hay nadie con dos dedos de frente que sea capaz de frenar la erupción circense que se ha montado alrededor de este tema como si alguien estuviera interesado en recuperar aquel vergonzante icono de feria llamado el “bombero torero”. No hay que confundir la incompetencia mediática de la mayoría de nuestros dirigentes con la profesionalidad de un colectivo que cada día se juega la vida por nosotros. El que juega con fuego se quema y en el Parlament, con la excusa de buscar una extraña verdad, se están utilizando lanzallamas preelectorales comparables a las piras de la inquisición. Pero donde hubo fuego cenizas quedan y las cenizas son tan difíciles de borrar como las heridas. Recientemente, los mandos norteamericanos en Afganistán han pedido perdón por las victimas civiles que han provocado en los nuevos ataques a territorios controlados por los talibanes. Me imagino la cara de los familiares de los muertos al escuchar las disculpas, unas disculpas engendradas desde el mas profundo de los cinismos.
Jean Paul Sartre insistía en que “no hay necesidad de fuego, el infierno son los otros”. Y nosotros, a veces, nos escaldamos en nuestras propias calderas.

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