martes, 2 de noviembre de 2010

LA NARANJA MECANICA


Son las tres de la tarde y paseo con mi perro por la Avinguda Alcalde Areny. Dos adolescentes intentan saltar al interior de unos contenedores itinerantes que se instalan en la zona para depositar electrodomésticos viejos. La acción es observada con pasmo por parte de otros adolescentes que salen del instituto. Y los primeros, sin mas ni mas, amenazan a los segundos con esta frase “no me mires así que te pego una patada en la cabeza y te la reviento”.
Unos metros mas allá, cerca de la nueva pasarela, otro grupo de adolescentes con cara de ESO, se divierten apedreando a una paloma coja. El animal intenta volar pero alguna extraña minusvalía se lo impide lo que refuerza el ánimo festivo depredador de aquellos chicos con la mochila repleta de libros de historia, matemáticas e inglés.
Aun no han pasado ni cinco minutos cuando mi perro levanta la pata para marcar territorio junto a un árbol. Justo en ese instante, un niño de unos siete años se aleja de la sombra de su madre y con premeditación y alevosía, dispara un escupitajo de taberna lumpen hacia el lomo de mi fiel compañero.
Llego a casa y enciendo la tele. Un ilustre escritor como Perez Reverte es portada de todos los informativos por haber tildado de “cretino llorón” el saliente ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos. Y añade “si hubiera sabido la gran repercusión que ha tenido mi comentario le hubiera insultado antes”.
Poco después, otro presunto intelectual como Sánchez Drago se jacta de haber tenido relaciones sexuales con una menor de 13 años de edad y lo cuenta graciosamente en su último libro. Al cabo de unos días, una cajera es asesinada a tiros en una sucursal bancaria de Cambrils y un dependienta de una panadería de Barcelona es acuchillada por un atracador. Hace unas horas, unos desconocidos han destrozado el cristal de la puerta de acceso a la rampa para minusválidos que hay en mi portal.
Actitudes tan dispares como las expuestas servirían de base para una tesis doctoral sobre la denominada violencia gratuita. Es esa violencia que, por lo visto, viene regalada en algunos genes, es esa violencia que en algunos ámbitos tiene el premio del aplauso, de la gracia, la violencia del chiste que esconde el barómetro de la agresividad. Me refiero a la violencia que se respira en las colas de los supermercados, en los aparcamientos en doble fila a la salida de los colegios, en las cenas de empresa y en la mayoría de las reuniones familiares de fin de semana.
Isaac Asimov afirmaba que “la violencia es el último recurso del incompetente”, pero la incompetencia, no nos engañemos, es fruto de una mala digestión colectiva. Podemos, también aquí, acusar a los políticos para limpiar nuestras propias conciencias, pero mi perro no vota y sabe que morder a alguien no tiene recompensa. Es el control de la conducta, el control que debemos asumir con militancia, el control que debemos transmitir como valor máximo.
Es una paradoja que protejamos tanto nuestros sistemas informáticos con anti virus, filtros y demás patrañas tecnológicas y seamos incapaces de blindar nuestras actitudes mas destructivas. Mi perro está vacunado contra la rabia, pero los humanos aun tenemos que descubrir la cepa de nuestra rabia contenida.