martes, 20 de octubre de 2009

LA SEMILLA DEL DIABLO


El estramonio “Datura” es una hermosa planta conocida popularmente como “la semilla del diablo” por ser altamente toxica e incluso letal. Entre las primeras referencias al uso mágico de esta planta las encontramos en la cultura Romana, donde las devotas del culto a Baco se extasiaban utilizando esta planta. El estramonio, al igual que la mandrágora, ha formado parte de los brebajes mágicos de las ceremonias de brujería durante la Edad Media por las alucinaciones que produce.
A la vista de algunas cosas que están sucediendo últimamente en nuestro entorno he llegado a la conclusión de que algún malvado brujo, procedente de las más oscuras de las tinieblas conocidas, ha vertido algunas dosis en los depósitos del suministro de agua de boca.
Por mucho que lo intento, no le encuentro ninguna otra explicación a la decisión realmente alucinatoria del juez encargado del caso Millet de dejarlo en libertad sin fianza cuando a cualquier pobre desgraciado le meten entre rejas por fechorías que ni en cantidad económica ni en perjuicio moral se acercan al atraco del que presidiera el Palau de la música.
Es realmente psicotrópico que los corruptos y malversadores de fondos públicos se beneficien de beneplácitos con los que se priva al resto de los mortales, pero aun lo es más cuando estos beneficios se avalan desde la administración de justicia, la única administración que no se ha reformado después de tantos años de democracia.
Ahora que los políticos hablan tanto de la necesidad de realizar reformas estructurales sin que, como siempre, se entienda muy bien a que se refieren, no estaría mal que se plantearan que hay que hacer con un pilar tan básico en nuestra sociedad como es la justicia. Una justicia que todo el mundo reconoce que es lenta, que acumula causas sin resolver, que mantiene al funcionariado esclavizado entre tochos de papeles sin acceso a las nuevas tecnologías y, sobre todo, con muchos jueces que por llevar una toga se creen que son sagrados como las vacas en la India.
La opinión pública ya ha admitido que hay corruptos entre los políticos, entre los periodistas, entre los empresarios, entre casi todas las capas sociales, profesiones o aficiones, pero los jueces parecen tener una impunidad celestial que ni los curas pedófilos norteamericanos han conseguido. Es imposible, tal y como están las cosas, que la judicatura sea tan angelical como nos la pintan y también de ella hay que eliminar la semilla del diablo.
Las malas hierbas crecen por doquier y su poder nos hemos vuelto impasibles, nos ha convertido en impasibles. Encontramos normal que le den el premio Nobel de la Paz a Omaba. No nos rasgamos las vestiduras tras conocer que el gobierno de la Generalitat se gastó 10.000 euros en desplazamientos para la final de la Champions en Roma, nos importa un bledo que el PNV arremetiera contra todo cuando el PSOE y el PP pactaron, contra natura, para birlarles el gobierno vasco y ahora apoyen los presupuestos del gobierno central e incluso encontramos anormal que a Roman Polanski lo encarcelen para rendir cuentas de un delito de violación por el que quedo impune hace unos años cuando rodó, precisamente, la semilla del diablo.
De seguir así, igual vemos a Millet director general de instituciones penitenciarias.