martes, 15 de febrero de 2011

EL METODO


El correo electrónico es imprevisible, tan imprevisible como sorprendente. Puedes recibir ofertas de trabajo manifiestamente ilegales, mensajes trampa para que desveles tus claves secretas, sugerencias anónimas e incluso propuestas que, por lo ridículas, acaban por convertirse en un desafío imaginativo.
Hace unos días recibí un email que publicitaba, ni mas ni menos, que un “incentivador de deposiciones”. Se trata de un tubo de plástico que puedes enroscar en cualquier grifo mientras te colocas el otro extremo en las inmediaciones del ano. Los promotores de este artilugio aseguran que el artefacto “tiene rosca de paso universal para utilizarlo en cualquier lugar” y añaden “con el agua tibia y una presión suficiente en pocos segundos tendremos ganas de defecar”.
Tras comprobar que no se trataba de ninguna broma, tras confirmar que el producto esta patentado y registrado, después de salir de un primer asombro descomunal, llego a la conclusión de que aun pareciendo una gran novedad el producto no tiene mucho futuro.
Leer atentamente los periódicos, escuchar la radio, mirar la televisión, navegar por internet o pasear por las venas de la sociedad es mas que suficiente para encontrar un incentivador de deposiciones completamente gratis y al alcance de cualquier intestino necesitado.
Yo, sin ir mas lejos, noto unos tremendos retortijones cada vez que veo la cara estirada de Berlusconi justificando lo injustificable de su particular republica de Gomorra. Se me irrita el colon solo con pensar que los políticos manifiestamente corruptos pueden volver a presentarse a unas elecciones, sin que la ley se lo impida, y además tienen todo los números para volver a ser elegidos gracias a los votos de ciudadanos zombis. Me provoca diarrea escuchar que en los campos de futbol se insulte soezmente a Shakira como divertimento para encrespar a Pique y evacuo sin empujones cada vez que prohíben por el simple hecho de prohibir.
No hay mejor incentivador de deposiciones que leerse los titulares de la prensa casposa de Madrid que, día y día también, aprovechan cualquier circunstancia, incluidos los premios Goya, para meterse con Catalunya y los catalanes. Las flatulencias que se me acumulan al pensar que superamos el 30 por ciento de fracaso escolar las combato al observar a todos esos esclavos de la tecnología perdiendo el culo, nunca mejor dicho, por tener entre sus manos un móvil que, menos calentar el sopinstant, lo hace todo.
Soy consciente que es el momento para ayudar a los emprendedores, a los empresarios que, a pesar de las dificultades, creen en el futuro y son capaces de embarcarse en nuevos negocios. Sin embargo, los promotores de este “incentivador de deposiciones” lo tienen mal porque el mercado está saturado de ellos y ni tan siquiera hace falta recurrir a los supositorios de glicerina.
Mas nos valdría encontrar algún incentivador de posiciones para poner a cada cual en su sitio y recuperar el nuestro en lugar perder el tiempo con roscas universales que nos acaban ahogando con el pensamiento único. Aun pudiendo herir la sensibilidad de algunos acabo con una cita de Hemingway: “Quédate siempre detrás el hombre que dispara y delante del hombre que esta cagando. Solo así estarás a salvo de las balas y de la mierda”.

viernes, 4 de febrero de 2011

CHINATOWN


El 18 por ciento de la deuda pública española ya está en manos de los chinos. La mayoría de los planes de pensiones invierten en deuda pública. Cuando me dejen jubilar cobrare el retiro ¿en yuanes o en euros?.
Esta especie de silogismo no sé si ha estado en las negociaciones que han finalizado con el pacto entre gobierno, sindicatos y patronal para el futuro de las pensiones, pero lo parece porque, al fin y al cabo, lo que han suscrito los unos y los otros ha sido el pacto del conejo de la chistera.
Visto así, no podemos obviar que precisamente este es el año del conejo según el calendario chino.
El primer chino que recuerdo haber visto en Lleida fue a mediados de los años sesenta. Vendía juguetes de plástico en un tenderete que instalaba al principio de les “firetes”. Sin duda alguna, fue un gran precursor de los que después se han apoderado del todo a un euro y se han introducido en el comercio urbano como el que no quiere la cosa.
En la hostelería empezaron con el rollito de primavera, pasaron al pato laqueado, se inventaron lo del wok y ahora hasta se atreven con la tortilla de patatas y los berberechos en el primer local que se traspasa. Dejan que las leyendas urbanas sigan alimentando sus entierros invisibles, son discretos, amables, huyen de cualquier polémica social, no forman parte de la delincuencia callejera y sin tener ni idea del idioma se entienden con todo el mundo.
Su concepto del conejo, signo que simbolizara su calendario durante todo este año, nada tiene que ver con el conejo de Duracell, ni con el de Pascua, el conejo blanco de Alicia, el conejo Saviola, el conejo de peluche, el conejo con caracoles, ni mucho menos tiene nada que ver con el patético conejo de la Loles. El conejo que mas se parece al chino seria el conejo de la suerte.
La diferencia entre el concepto de suerte de los chinos y nosotros también es totalmente opuesta. Mientras aquí la suerte es el pretexto de los perdedores, allá es la paciencia, la constancia, la perseverancia,la supervivencia a las dictaduras del emperador, a la de los maoístas y a los de la post revolución cultural. Nos colonizan con una sonrisa y en la intimidad se ríen de nuestra arrogancia cuando descubren que a los barrios de putas los llamamos barrios chinos.
En el colegio, cuando era pequeño, una vez al año repartían en clase unas huchas para el Domund con las que teníamos que recaudar dinero para las misiones. Las huchas tenían formas de caras: un niño negro, otro rojo y un tercero amarillo. No sería de extrañar que dentro de unos años en los colegios chinos repartan huchas con la cara de un niño blanco
Fiscalizados por Alemania y endeudados con Pekín tendríamos que empezar a dejar de rezar en nuestro particular muro de las lamentaciones, dejarnos de cuentos chinos, y darnos cuenta de que o nos ponemos a pedalear a nos recogerá el coche escoba.
Según el teólogo William George Ward “el pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas”. Y si donde no hay patrón manda marinero, valdría la pena que empezáramos a ceñir la mayor de nuestro barco para no acabar achicando agua.