martes, 24 de agosto de 2010

ORIGEN


Observar el mundo desde una tumbona en la playa te sumerge en un mar de dudas. Esto es exactamente lo que me ha pasado este verano. Llegue a él confuso al comprobar la analfabeta violencia que emerge desde el Tribunal Constitucional contra todo lo que huela a catalán y me voy comprendiendo que hay que dejar de actuar como víctima y pasar a la acción.
La playa, lo que en ella ocurre cada día, un día cualquiera de vacaciones, tiene paralelismo con lo que ocurre cada día, un día cualquiera de nuestras confusas vidas. En bañador, los guapos son mas guapos, los gordos mucho mas gordos, los aburridos pasan desapercibidos hasta de ellos mismos y los únicos que permanecen autenticos son los niños.
Los brokers se pelean cada mañana aparcelando la primera línea de la playa con hamacas y parasoles de propaganda. Cuando el territorio parece controlado aparecen los oportunistas de siempre que viven de tu sombra y te arrebatan el espacio vital con el que has estado soñando los meses laborables.
En la otra punta, un grupo de jubilados juega a la petanca y forma un gran círculo en el que ofrecen sus recuerdos. Son los mismos jubilados a los que se pretende reducir la pensión de la vergüenza y que están dispuestos a cualquier cosa con tal de ser felices. Una felicidad que nunca alcanzará el vecino ese que tiene un loro en el balcón y que cada dos minutos tararea la melodía del puente sobre el rio Kwai.
Sigo enrocado pensando que le aportara ese pájaro enjaulado ,que esta condenado de por vida a silbar la misma canción, una y otra vez, mientras su amo quiere convencer al resto de la comunidad que es diferente cuando en realidad lo que ha dejado de ser es un ser racional. Se trata de la misma irracionalidad de los que están convencidos de que la “roja” hizo renacer el espíritu de Roberto Alcazar y Pedrin. Ese espíritu, que nadie se confunda, ha existido siempre.
Estos días en la playa también he observado que el catalán es el único idioma que no se habla en Catalunya. Tal vez por eso, los hay que piensan que no hace falta defenderlo porque sencillamente no existe. Los dialectos del sur han colonizado tan intensamente el panorama lingüístico que incluso es complicado hacerte entender. Los hay que ni tan siquiera utilizan bien el castellano y rotulan pizarras de menús con palabros como “franfut” o “brabas”.
Mientras tanto, los de aquí siguen empeñados en demostrar su identidad con sardinadas populares y habaneras, se mantienen anclados en tiempos pretéritos a sabiendas de que lo único que les queda es volver a celebrar una derrota el próximo 11 de septiembre. Finiquitadas las corridas, los que hasta ahora veían los toros desde la barrera tendrán que bajar a la arena para construir castillos creíbles.
Estoy, como Di Caprio, intentando encontrar el origen, pero no se si sueño dentro de un sueño o estoy condenado a revivir una pesadilla tras otra en el nuevo curso política que empieza. Volverán las oscuras golondrinas y con ellas gaviotas sin discursos, claveles marchitos y encantadores de serpientes. Y como decía Platon: “todo lo que nace proviene necesariamente de una causa, pues sin causa nada puede tener origen”. Alguien debería atreverse a buscar nuestras causas para no convertir el origen directamente en un lamento.